De mi consideración:
Teniendo por ante mí información adicional de relevancia acerca de cierta comunicación presentada a la consideración un asunto in illo tempore... en mensajes caratulados "La conducta de la lora", cumplo en presentarme y señalar lo siguiente:
Esta mañana apropincuéme al negocio de mascotas y artículos de jardinería situado por aquí nomá, al solo efecto de proceder a la adquisición de 1) compost de lumbrí; 2) cepillo para gato desdentado.
Saludados que fueron a la sazón el loro Pepe y la lora Pericla, habitantes del negocio, de 27 y 28 años respectivamente, según declaraciones de la señora dueña del local, la misma, madre putativa de las criaturas, informóme que:
a) El loro Pepe padece de donjuanismo irredento, expresando ahora su pasión por las mujeres que cumplan alguna de estas condiciones:
i. cabello colorado, nativo o por opción.
ii. vestimenta roja o verde.
b) La lora Pericla, por su parte, padece de celos obsesivos cuasi delirantes, por lo que su actividad preferida es insultar a voz en cuello a cualquier primate que porte consigo algún elemento de los colores ya mencionados.
Como dato de prueba adicional, la jardinera de marras señaló que, en ocasión de una intervención quirúrgica a la que fuera sometida Pericla para la extirpación de cinco pequeños lipomas (quistes de grasa), al aproximarse el cirujano interviniente en su impecable ambo verde, la psitácida le espetó: "¡Boludo!", convirtiéndose así en la portavoz de todo el plantel de veterinarios, que nunca se habían atrevido a confesar su opinión acerca del Profesor Doctor, y que procedieron rápidamente a disimular su acuerdo con risitas nerviosas.
Por mi parte, de inmediato advertí que mi cabello al día de la fecha tiene ciertos reflejos que podrían ser considerados rojizos, dado que el Loro Pepe, tras un prudente "¡Qué calor!", rápidamente comenzó a pavonearse diciendo: "¡Hola, linda! ¡Pero qué calor!" continuando con una avalancha de promiscuos silbidos.
Como mi conocimiento de la etología es prácticamente nulo, encontrándose Pepe en libertad e ignorando las eventuales consecuencias del acoso, corrí hacia la puerta, no sin antes saludar a la lora Pericla (que hasta entonces parecía adormilada) intentando granjearme su afecto con un suave: "¡Chau, Pericla, cuidate!", ante lo cual la lora comenzó a picotear con violencia una madera y gritar: "¡Boluda, taraaaaaaaaada!"...
De más está decir que huí despavorida pero llena de interrogantes.
¿Temerá realmente Pericla que Pepe la traicione? ¿Puede Pepe hacerlo? Y, siendo este el caso, ¿no podría ser Pepe un poco más cuidadoso en sus conquistas? ¿Podría este caso ser diagnosticado como "zoofilia invertida" o como "antropofilia"?
¿Cuál es el origen de tanta violencia cromática?
Y... ¿debería teñirme nuevamente el pelo?
Aguardo anhelante vuestras respuestas. |